Una noche se sentó en una silla en la parte más alejada de su esposa en la habitación. Ella estaba de espaldas a él y no podía verlo. Muy tranquilamente él le dijo: "¿Me escuchas?"... no hubo respuesta.
Se acercó un poco a ella y preguntó otra vez: "¿Me escuchas ahora?" Tampoco tuvo respuesta. Luego se acerco aún más y le dijo las mismas palabras, pero seguía sin obtener respuesta.
Por último se colocó justo detrás de la silla de su esposa y le dijo: "Ya por fin, ¿me escuchas?" Para su sorpresa, ella respondió irritada: "Por cuarta vez: ¡Te dije que SÍ!"
¡Que advertencia para nosotros acerca de juzgar a otros! La mayoría de nosotros criticamos a los demás para ocultar las mismas faltas que tenemos en nuestras vidas.
"No jusguéis, y no seréis juzgados." (Lucas 6:37)
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