La unidad entre los hermanos nos introduce en una nueva fase espiritual: la de la unidad con nuestro Dios.
Esa fue la oración de nuestro Señor Jesús al orar al Padre y suplicarle que permitiera que sus hijos permanezcan unidos y sean todos Uno, como él y el Padre son Uno.
De nuestra parte, cada cual haga todo lo que esté a su alcance para estimular la unidad. Todos podemos hacer algo a favor de ella: estimular al de ánimo caído, dar una sonrisa, obsequiar un pequeño detalle, hablar bien de los demás; y poco a poco nuestra contribución irá fortaleciendo más y más la unidad y el lazo inquebrantable de la fraternidad en la iglesia del Señor.
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